TfK JULIO
161
liciano que marchaba á toda prisa con el fusil al hombro.
Como no recibiera contestación, hizo la misma pregunta á dos paisanos, que también armados de fusil, marchaban hacia la calle Mayor.
— Venga usted, prenda, y lo veremos.
Siguióles á cierta distancia, andando tan á prisa como ellos. Vió que, satisfecho el primer impulso de curiosidad de los vecinos, se cerraban todas las puertas, y que apenas había mujeres en la calle. El estado de su afligido espíritu no le permitió observar que poco á poco se iba introduciendo en una atmósfera de peligro. La infeliz comprendió, sí, que iba á ocurrir algo grave; pero pensaba llegar antes que sonase la hora del conflicto, desempeñar eu misión y volverse á su casa.
— Todavía es de noche— decía.—Hasta que no amanezca no habrá batallas.
En las inmediaciones de la Plaza Mayor, los milicianos ocupaban toda la calle. Había cierto desorden en sus filas, los jefes corrían de un lado para otro, y resonaban aquí y allá las palabras de tal cual arenga, pronunciada desde lo alto de un caballo. Murmullo atronador ensordecía, la calle: todos hablaban á la vez, amenazaban, discutían, proponían; oíanse trastrocadas y revueltas las palabras libres y esclavos, leales y yérfidos, Constitución y Rey neto, libertad y despotismo. Todo se oía, menos lo que Sólita quería oir.
— ¿El batallen Sagrado?— preguntó tímidamente al primer miliciano que tuvo á mano.
w