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Página:7 de julio - novela (1906).djvu/167

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7 DE JULIO

— Entraré— pensó, —y yo misma veré si está ó no ese batallón Sagrado.

Se sintió cogida por un brazo y rechazada hacia atrás, mientras una bronca voz le decía:

— Atrás... jque en todas partes se han de meter estas condenadas!

—¿El batallón Sagrado?—murmuró Soledad.

Pero otro brazo de hierro la arrojó hacia la acera de enfrente. Se volvió contra la pared, y así estuvo breve rato. Cuando miró de nuevo hacia las entradas de la Plaza, el llanto anegaba su rostro. Era espectáculo digno de que un psicólogo lo observara, ver cómo haciendo alarde de energía varonil, se limpiaba aquella infeliz sus lágrimas, cómo sofocaba sus suspiros, diciendo:

— Puede que sea fácil entrar por la calle de Atocha... |Dios mío! ¿Cómo vuelvo á mi casa sin haberle visto?

Corrió hacia la plazuela de San Miguel y después hacia la Puerta del Sol. Por ningún lado había salida; por todas partes tropa y milicianos que mandaban á los vecinos retirarse. Sólita, al fin, se declaró vencida.

— Dios no quiere—dijo.—Es imposible. Volveré á mi casa... Dios no nos abandonará.

Una idea lisonjera iluminó de súbito su entendimiento, infundiéndole repentina alegría. En sus labios vaciló una sonrisa.

— Con esta jarana tan tremenda—pensó, — la policía no se cuidará de ir á mi casa. Todos tendrán mucho que hacer.

Pensando esto, dobló la esquina para bajar por la plazuela de Herradores.