siguió sin vacilar, creyendo encontrar por alli fácil acceso hacia su casa; pero no había llegado á la calle de Milaneses, cuando sintió el horrible estrépito de miles de disparos, gritos, vivas y mueras, un bramido colosal, mezcla de humanas voces y de la tremenda palabra de los catones. El valor le faltó de súbito entonces, y tuvo que apoyarse en la pared para no caer.
En la calle de Santiago había espacio suficiente para ponerse á salvo da las balas, y era considerable la multitud de curiosos. Muchos de éstos emprendieron la retirada hacia la parroquia para apartarse lo más posible del lugar de la refriega; pero unas mujeres que subían de la plaza de Oriente, gritaron:
— ¿A. dónde van ustedes? Los guardias de Palacio han subido á San Nicolás y vienen todos hacia acá.
Al oir esto, muchos se metían precipitadamente en las casas, otros se agolpaban en las calles del Espejo y de Mesón de Paños. La de Santiago quedó vacía,
¿En dónde está Sólita? El narrador lo ignora, y llamado por el duelo en que se empeñan rencorosamente Despotismo y Libertad, uo traía por ahora de averiguarlo
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Cuando el Brigadier Palarea, aquel famoso guerrillero del año 8 (á quien llamaban el Médico, porque curó geate por la ciencia antes dt