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Página:7 de julio - novela (1906).djvu/18

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B. PÉREZ GALDÓS

íicio de nuestro reposo, si con las cadenas rotas forja la perfidia nueva esclavitud?... i Perú dejemos estas tonterías y pensemos en otra cosa. Esta mañana estuve esperándote en mi casa, creyendo que irías por allá.

— Ya sabes que no puedo salir cuando quiero. Desde anteayer estoy proyectando el viaje; pero no he tenido ocasión hasta hoy. Una vez por semana me has mandado que te vea. Si dejo pasar diez días, es porque no puede ser de otra manera.

— Ya tendrás falta de dinero. jDiez días y hombre enfermo en la casa!...—dijo Monsalud abriendo una gabeta.

— No, no—replicó Sola vivamente, deteniéndole:— otro día me darás. Todavía tenemos.

— Ya le he dicho á usted, señora hermana

— manifestó el secretario del Duque con jovial gravedad,—que no me gustan remilgos. Hicimos un trato, un trato solemne. Yo había de darte todo lo que necesitaras, y tú habías de tomar lo que yo te diera. Yo soy el juez de tus necesidades; yo, como hermano mayor, soy quien te arregla las cuentas, quien te marca les gastos. Yo soy la autoridad, y tú, c-hiquilla sin fundamento, no tienes que chistar, ni responderme, ni hacer observaciones.

Diciendo esto sacó tres monedas de oro, y tomando la mano de Soledad las puso en ella. Doblóle los dedos para cerrarle el puño, y apretándole suavemente, le dijo:

— ¿Qué tienes qué replicar?

Soledad abrió la mano, y llevándose las monedas á la boca las besó.