B. PÉREZ GrALDÓS
— ¡Viva la Milicia nacionall
Uu patriota exclamó:
— |Viva D. Primitivo Cordero!
— Gracias, gracias, mil gracias— dijo galantemente el héroe saludando á un lado y otra»
— Pero apartarse, apartarse, señoras.
El sobrino de D. Benigno pasó; pero xm nuevo grupo le detuvo.
— ¿Qué hay aquí?—preguntó observando que varias personas levantaban del suelo á. una mujer.
— Nada—respondió un viejo.—Esta señorn. ee ha desmayado.
La desmayada, puesta al fin en pie, abrió los ojoa, miró á todos lados con estupor, apartándose con las manos el cabello que sobre la* frente le caía. Pálida y temblorosa decía.
—¿El batallón Sagrado?...
D. Primitivo seguía abriéndose paso. La» multitud cambió de postura y movióse toda 1». gente de una parte á otra. Entonces la desmayada desapareció.
Hacia la plaza de Oriente marchaban el ilustre B ille3teros, Riego, el Ganeral Copons, antiguo jefe político y nombre muy exaltado; el Diputado Grases, ayudante de Ballesteros; j el Conde de Oaate, Glande da España de primera clase que tenía á maohi honra vestir el uniforme da la Milicia; el D ¿que del Parque, el ex-guariia de Oorp3 D. Jo3Ó Trabaso y todas las celebridades de aquel día, excepto Morillo, que seguía en el Parque; A'.ava, que estaba en la plazuela de Santo Domíti^„ / A