la muchedumbre curiosa. En el batallón Sagrado, un individuo empujó hacia atrás un racimo de mujeres que parecían querer subir sobre sus hombros. En el mismo intante se sintió fuertemente asido del brazo; oyó una voz. [Oh sorpresa de las sorpresasl
— ¡Sólita, tú aquí!... ¿pero eres tú?*..—exclamó con júbilo, apartando á otras personas para que la joven estuviera cómodamente á su lado.
— Desde la madrugada te estoy buscando,, hermano. ¡Gracias á Dios que al fin ha querido que te encuentre!—dijo Soledad con inmensa alegría.
Sonriendo de placer, la demacración y palidez de su rostro se disipaban por un instante' como las obscuridades de un cielo que de súbito ilumina el sol. Mas eran demasiado grande» el desorden de su persona y la alteración de su semblante, por el' cual habían pasado aquel día más lágrimas que balas por el ámbito de la calle Mayor, para que un pasajero regocija los disipase.
— A tí te pasa algo: ¿qué tienes?—preguntó Monsalud, poniéndole la mano izquierda en el hombro, mientras con la derecha sostenía eL fusil.
— Me pasan cosas terribles...—repuso ella con angustioso acento.—Buscándote estoy desde las dos de la madrugada... Mi padre se muere.
Salvador no contestó nada, realmente porque no sabía qué contestar.
—Se muere—añadió Sola,— y necesito de tu