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Página:7 de julio - novela (1906).djvu/195

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7 DE JULIO

— ¿Por qué no traes luz?— dijo pasándose las manos por los ojos.

En el mismo instante Doña Rosa entraba en la alcoba con la lámpara.

— ¡Luz, más luz!—repitió el anciano.—No veo nada.

— -¿No la ve usted?... Es que duerme. Mejor: á dormir, padre, que es muy tarde.

— Te digo que no veo nada— prosiguió Gil de la Cuadra, revolviendo los sanguinosos globos de sus ojos y palpando con las flacas manos en el aire...—¡Ahí sí, ya veo algo; pero sombras, unos negros bultos que van y vienen. ¿No está ahí Anatolio?

Soledad vaciló un momento en contestar. En el mismo momento, Salvador penetró en la habitación, situándose á los pies de la cama.

— Anatolio, querido Anatolio—gimió el viejo llorando,—ya te veo... eres tú. ¡Cuánto, cuánto has tardado, hijo de mi corazónl

Como si estas palabras agotaran en un segundo todas las fuerzas de su cuerpo y de su espíritu, cayó hacia atrás, extendiendo los brazos, cual masas inertes, sobre el lecho. Continuaba con los ojos abiertos, y entre dientes murmuraba algo que no pudo ser oído. Atentos todos á su agonía, apenas respiraban.

Gil de la Cuadra pronunció con voz entera estas palabras:

— ¡Gracias á Dios que estáis casados! Hija mía, abraza á tu esposo.

Mirando á su hermana, hizo Salvador un gesto que quería decir:—Consintamos en un engaño que hará feliz su última hora.