B. PÉREZ GA. LDÓS
te descuides en averiguar si vive, y si en caso de vivir necesita algún socorro.
Continuando sus diligencias, Salvador fué una mañana á la Casa-Panadería, donde su buen amigo D. Primitivo Cordero habí* fórmalo, con no menos trabajo que fruición, lis1 tas de los guardias prisioneros y heridos que se iban recogiendo.
— ¿D. Anatolio Gordóu?— -dijo el patriota mirando al techo.—Ese nombre no me es desconocido. Me suena, -me suena... Siéntese el amigo Monsalud, mientras hago memoria y registro estos apuntes... Pues no hay nada: sin duda confundo ese nombre con otros. ¿Era alférez?
— Alférez de guardias en el tercer batallón.
— Los del tercero están casi todos muy lejos de aquí. Veremos si mañana se sabe algo, ¿Qué le pareció, amiguito, nuestro famoso Te Deam en la Plaza? ¿Hase visto fiesta más solemne en lo que va de siglo?
— En verdad que estuvo magnífica... pero si me hiciera usted el favor de preguntar á los dos ayudantes de Palarea que están arriba... Ellos quizás sepan...
—¿El paradero de su amigo de usted?
—De Gordón.
— ¡Olí! descuide; yo lo averiguaré. Esta tarde tengo que ir al Ayuntamiento; después al Ministerio de la Guerra. Quizás allí lo sepan.
—En el Ministerio de la Guerra no saben nada. La Milicia, que es quien ha hecho las visitas domiciliarias, lo sabrá seguramente.
— Ahora me informaré... Pues mire usted,
