«le ver que el señor comandante se adelantaba é sus investigaciones,—creo que si aquí no me dan noticias...
— Descuide usted... pero da la maldita casualidad de que el Gobierno ha pedido ayer todos los datos. Sin embargo, se conservan algunos apuntes de las visitas domiciliarias.
— Veámoslos, si le parece á usted.
— Por cierto—dijo D. Benigno,— que no comprendo este afán del Gobierno de meterse en todo. ]Ah, señores exaltados, ahora querernos ver qué tal lo hacéis! Una cosa es gritar en las logias ó en los clubs, y otra cosa es gobernar en las poltronas.
— Tiene usted razón. ¿De modo que...?
-—Vamos, dígame usted su parecer: ¿qué piensa usted de este Gobierno?— preguntó Don Benigno arrellanándose en el sillón, y rascándose la oreja con la pluma.
— Yo no he tenido tiempo aún de pensar en el Ministerio. Será como todos: será bueno si Je dejan gobernar. ¿No cree usted lo mismo?
— Y yo digo que ésta es la ocasión d9 que veamos si se cumple lo prometido. Temo mucho que esos señores hagan alguna barbaridad, porque todos ellos son gente inexperta y ligera de cascos. Tenemos de Ministro de Es» tado á un literato, y esto... francamente.
— jSan Miguel literatol *
— ¿No compuso la letra del himno de Riego?... Francamente, desconfío de los poetas. Tenemos de Ministro de la Guerra á Lopes Baños, que ayer era capitán, y de Ministro de Marina al célebre Capaz, que se dejó tomar