B. PEREZ G ALDOS
^esto sería una balsa de aceite: ¿no es verdad?
—La sería, sí señor. |Quó lástima que no lo seal Me retiro, Sr. D. Benigno: tengo mucho que hacer...
— ¿Sin llevar las noticias que desea? Aguarde usted, por Dios—dijo D. Benigno deteniéndole.—Es cuestión de un momento. ¿Ese joven era alférez? ¿Fué de los que huyeron ó de los que se escondieron en las Embajadas y en las casas?
—Eso es lo que trato de averiguar.
— Muy bien. ¿Sabe usted si se batió bien? ¡Qué lástima de muchachos! Perderse por una causa tan mala. Dicen que S. M. les incitaba á degollarnos. Yo no lo creo. No hay quien me quite de la cabeza que Fernando no es malo, no señor; que desea nuestro bien, que no es enemigo del Sistema... pero ya se vet con la multitud de pillos que le rodean... Sé <jue ha lamentado los sucesos del día 7. Us ted tendrá noticia de su famosa entrevista con el General Riego.
— ¿De mi entrevista con el General Riego?
— dijo Monsalud abrumado por la pesadez del señor comandante.
— Hombre, no: de la entrevista de S. M. con el General D. Rafael del Riego.
— Algo he oído, sí; pero... si usted me hiciera el favor...
— Pues el mismo General me lo ha contado anoche. Es verdaderamente patético el caso. El Rey le llamó, y delante de todo el Cuerpo diplomático le dió un abrazo apretadísimo, diriéndole que le apreciaba mucho.