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Página:7 de julio - novela (1906).djvu/211

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7 DE JULIO

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—Por muchos años.

—Si llego á estar presente, de fijo se me altan las lágrimas—añadió Cordero.—He aquí una reconciliación en que yo vengo pensando hace tiempo, sí señor; y si fuera sincera y durara mucho, ¿quién duda que los pérfidos serían aniquilados y confundidos? S. M. mismo se lo manifestó así al General: En mi corazón, le dijo, no tendrán ya entrada los consejos de hombres pérfidos. Si es mi tema. Los pérfidos, los pérfidos tienen la culpa de todo. Tres ó cuatro pillos ambiciosos...

— ¡Todo sea por Diosl...

— Le digo á usted que Riego salió de Palacio entusiasmado, pero muy entusiasmado. Había que oirle. S. M. se le quejó de los insultos, del trágala... Es natural. Siempre me ha parecido una vileza mortificar al Soberano con groserías. Riego piensa lo mismo. Ya sabe usted que ayer, cuando formamos en la Plaza, el General nos arengó, después de haber regalado aquí mismo una medalla al Excelentísimo Ayuntamiento. Pues nos dijo muy bellas cosas, ¡vaya!... Nos dijo que deseaba no se cantase más el trágala, y que habiendo empeñado su palabra en nombre de todos, rogaba al pueblo que nd la quebrantase por su parte. Ese, ese es el camino. También suplicó que no se le victorease más, porque su nombre se había convertido en grito de alarma.

— Buenas tardes— dijo Monsalud levantándose, resuelto á evitar con una retirada brusca el bombardeo de palabras del digno comandante de la Milicia.