B. PÉílE¿GALDÓS
ma de los hombres; un espíritu superior, pero» siu aparente brillo; un entendimiento poco común, pero sin alto vuelo; una sensibilidad más delicada que fogosa, y que antes parecía timi dez que verdadera sensibilidad; figura insignificante y dulces facciones, ante las cuales podían encender perdurables fuegos la amistad y la fraternidad, pero ni una sola chispa ^1 amor. Tal la veía las pocas veces que acertaba á fijaren ella la voluble atención. Comunmente no se cuidaba de la existencia de su protegida sino cuando la tenía delante; y si en otras partes de esta historia le vimos ocuparse tan solícita y noblemente de prestarle beneficios, fué porque el sentimiento de caridad era en ól muy vivo, y en todas las ocasiones semejantes se manifestaba de la misma manera.
No obstante, en aquellos días de residencia en la posesión del Prado Viejo, verificóse ligera mudanza en la conducta de Salvador Monsalud coa respecto á su hermana adoptiva.
Viósele más expansivo, más locuaz y afectuoso, hasta un grado de vehemencia que la huérfana no había conocido en él sino tratándose de otras personas. Buscaba Salvador ia compañía de Sólita, lo cual no había hecho nunca, y sus salidas de la casa eran menos frecuentes, menos largas. Encargábale mil faenas domésticas, tonterías y nimiedades que cualquier otra persona podía des mpeilar, pero que á ól no le agradaban si no ponía la mano en ellas su intachable y casi perfecta hermana. Hacíale preguntas muy prolijas sobre accidentes lejanos de su vida, de su niñez, so*