d:; julio
217
7, cuando nos batimos y fuimos derrotados, me escondí en una casa. Curáronme, y el 9 por la noche pude salir y fui á donde tú vivías. Dijéroume lo que había ocurrido. Pues lio me ha costado poco trabajo averiguar donde estás... Pero dime, ¿por qué no sigues en tu casa? ¿qué casa es ésta?
De pronto, Soledad no supo qué contestar.
— Esta casa es de un amigo,—dijo al fin.
— Por cierto que no oí hablar á tu señor padre de uingúu amigo que tuviese estas casas. Dime: el amigo que te ha traído aquí, ¿era también amigo de tu padre?
— No,—repuso Soledad lacónicamente, resistiéndose á la mentira con todas las fuerzas de su alma.
— ¿No era amigo de tu padre?— preguntó Anatolio con seriedad que sentaba mal á su Agraciado rostro.—¿Pues de quién lo era?... Querida prima, yo tengo que hablarte con franqueza. Yo he venido aquí informado de todo.
■—¿De qué, primo?
— Tú dirás que soy un poco brusco porque oo sé decir las cosas con maña y rodeos bonitos; pero Dios me ha hecho así, y no lo puedo remediar. Soledad, yo no me determino á casarme contigo.
— Anatolio, como tú quieras,—repúsola jo ven, considerando que no podía responder otra cosa.
— Yo he tenido fe en tí; yo te he creído una buena muchacha. Es posible que lo seas; pero ya dudo, y contra la duda ya sabes que na hay fuerzas que puedan luchar.