Dtí JULIO
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¿por quién me toma usted? ¿Se burla ustefi de mí?
—No, querido primo, no me burlo. Es que si tú no puedes comprender lo que te he dicho, peor para tí.
— ¡Un hombre, un buen mozo, un araiguito j que protege á una muchacha á hurtadillas del 1 padre de ésta...l Ya, se ve: jcómo había de consentir mi tío semejante infamia!
— ¡Primo, mira cómo hablas! No tienes derecho á calificar lo que no conoces,—dijo Sola con entereza.
—Sea lo que quiera, prima, yo veo eso muy turbio, pero muy turbio. Por consiguiente...
— Tu podrás verlo turbio, muy turbio, ó como quieras; pero no formes juicios temerarios.
— Por consiguiente, repito, yo desde este momento retiro mi promesa.
— Eres muy dueño de hacerlo así.
— Ya ves que procedo con franqueza, que me porto decentemente contigo, viniendo aquí s hablándote, diciéndotelo con la mayor claridad.
— Era natural que lo hicieras así.
— Sin embargo, si tú me probaras de una manera evidente que no ha habido mancha en tu conducta...
— ¿Y cómo he de probar eso? Mi única prueba es decirte: soy inocente. Si ésta no te basta...
— No, no me basta; ¿qué quieres? Somos hombres, y como hombres dudamos, Sola. Para yo sostener mi promesa, es preciso que de un modo irrecusable, positivo, me convenza de tu inocencia.
— Es que j o —dijo Soledad con firmeza,—