— Volverás otro día. Además, chiquilla, es preciso no olvidar el discurso del señor Duqué.
— jMaldito discurso!...
—Ya hemos charlado bastante. Ahora te vas á tu casa, acompañas á tu papá, le cuentas cualquier amena historia que le distraiga, despachas tus quehaceres, das un paseíto con el viejo, vuelves á tu casa, coses un poco, y después te acuestas para dormir santamente como un ángel.
— [Sí... dormir!... Bueno, me marcharé— dijo Sola dirigiendo una mirada triste á los cuadros que ornaban fas parede?.—Adió?.
— Y al dormir soñarás con tu primo Auatolio Gordón, el cual del puesto de primo va á pasar al puesto de marido, y que si no ha llegado, ni escribe, ni parece, ya llegará, y escribirá, y parecerá, porque Dios no abandona á los suyos.
Soledad exhaló un suspiro y se dispuso á salir. Oyóse en el mismo instante una campanilla.
— El señor Duque me llama—dijo Salvador.
— Adiós, hermana. Haz todo lo que te digo, obedéceme, y verás qué bien te va. Cuidado cómo te olvidas del vestido... Vuelve dentro de ocho días... ó antes, siempre que se te ofrezca algo urgente. También puedes escribirme.
— Todo, todo lo que mandes haré.
— Vaya, vaya— dijo Mousalud con impaciencia,-— basta de despedidas: adiós.
— Adiós. ¿Has dicho que dentro de ocho días? Bueno. Y del vestido, ¿qué has dicho?
Sola se detuvo junto á la puerta.