— Hombre, por Dios. ¿Así cuelgas tú milagros?
— No importa. Ellos no revolverán bibliotecas para averiguar si la cita es exacta. Pondremos que lo dijo D'Alembert, añadiendo un csi no recuerdo mal.» ¿No le parece á Vuecencia?
— Añade «si no recuerdo mal... Ya saben los señores diputados que mi memoria es desgraciadísima.»
Al llegar al final, Su Excelencia meditó breve rato antes de dar su aprobación definitiva al discurso que había de pronunciar dentro de dos días. El secretario miraba á su amo con atención inquieta, cual si desconfiara del éxito de su obra. Por último, el Duque se expresó así:
— Nada tengo que decir de la forma de mi discurso. También me parece admirablemente pensado. Si no me equivoco, hablaré bien. El íondo, con las correcciones que te he dicho, quedará de perlas, menos en el final, que debe ser variado por completo. ¿De dónde sacas que yo quiero llamar á Báego héroe invicto, y felicitarle por su elevación á la presidencia del Congreso?
— Como Vuecencia pertenece al grupo exaltado, creí que encajaban bien estos piropos al héroe de las Cabezas.
— Te diré—repuso el procer frunciendo el ceño.—Cuando los demás llaman á Riego héroe invicto, yo no les contradigo: también aplaudo si es preciso; pero de eso á darle yo mismo tales nombres, hay mucha distancia.