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Página:7 de julio - novela (1906).djvu/49

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7 DE JULIO

Cuando su hija estaba en la casa, que era lo más común, solía dialogar con ella, aunque no mucho, á pesar de los esfuerzos de Sola por entablar conversaciones sobre temas lisonjeros; pero ya en los días á que alcanza nuestra descripción, que son los de Mayo de 1822, el anciano, sin dejar de ser afectuoso con la gra- 1 ciosa joven, había perdido aquel cariño afable y atento que en él hemos conocido. Su sequedad llegaba á la aspereza y desabrimiento; mas la discreción de Sólita sabía burlar ingeniosamente los ataques, consiguiendo siempre que el viejo, después de irritarse un poco, tornase á su tranquilidad meditabunda.

Cuando estaba solo, re volvíase inquieto* después de largas pausas en que parecía dormido, ó mejor, muerto. Un día en que Soledad había salido, el anciano leyó por espacio de hora y media. Después dió un suspiro; puso el libro sobre el antepecho de la ventana, revelando honda agitación en sus ojos, así como en sus labios, que articulaban sílabas sin sonido. En voz alta exclamó luego:

— Ahora tiene que ser. Ya no puedo más. He esperado bastante.

Levantándose como pudo, dirigióse al cuarto de su hija, y de allí á la pieza que servía de cocina. Revolvió febrilmente todos los objetos que pudo tocar; fué, vino de un lado á otro; registró; puso sus manos arriba y abajo, desordenando cuanto allí había.

— Nada—dijo para sí con acento de dolor.

— Esa picara lo guarda todo bajo llave.

¿Qué buscaba? No debía de tener hambre,