Te repito que no te forjes ilusiones. En la realidad no hay fantasmagorías.
— En la realidad hay mil cosas que no se .comprenden.
— Lo cierto es que hace cerca de un año que no nos escribe. Desde que regresamos á Madrid no hemos visto su letra. Lo que te he dicho... Nuestra pobreza, nuestro decaimiento, son la causa de su desvío. ¡Perro mundo y perra humanidad! No existe, no, una sola alma generosa.
— Sí existe, padre.
— Te digo que no existe. Tú no conoces este lodazal en que yacemos. |AyI Cuando se escribió el libro de Job, se trazó la pintura del mundo. Anatolio ha visto nuestro muladar y nos desprecia. Quizás si nos viera, me echaría en cara culpas que no he cometido, ó que si han sido cometidas deben ser perdonadas.
— Pues si se avergüenza de nosotros, no debemos pensar más en él.
— Tonta, ilusa, ¿qué estás diciendo? ¿Tá has pensado lo que ya á ser de tí luego que yo me muera?... ¿Tu sabes que el abuelo de Anatolio lia fallecido hace dos meses?
— Sí, y que mi primo ha heredado una hacienda regular.
— ¿Una hacienda regular? Una hacienda con la cual hubieras vivido como una reinaexclamó Cuadra.—Porque esa hacienda debía ser para tí, porque Anatolio debía casarse con4igo, como le mandó su madre.
— ¿Y si le ha gustado más otra?
— [Horror! ¡Q'ié despropósitos dicesl ¡Coa