— Luego tá eres tan arreglado, tan cuidadoso de tu hacienda, tan formal, tan económico... Te pareces á tu buena madre, que en gloria esté.
— Además, tengo un crédito en la casa del Excelentísimo señor Duque del Parque, mi paisano, y amigo que fué de mi señor padre.,
— ¿El Daque del Parque? Ya sé, General y diputado, político y orador... Es de los exaltados y martilieros.
Al oir nombrar al Daque, el corazón de Solita le saltó en el pecho, como un loco en su jaula,
—Mi padre—prosiguió Gordón,—anticipó una cantidad al señor Djque para reparación de los molinos en el río Pisueña, y además se quedó con las obra3 para la subida de aguas á las huertas de Cabruñaua. No le pagaron, y ahora la administración de Su Excelencia dice que los papeles no están claros. Yo porfía que sí, y vamo3 á tener pleita, aunque espero que hablando yo misma al señor Daque, que está en Madrid, y recordánlale lo que pa3Ó, reconocerá la deuda y ma pagará por buenas.
— Sí, te pagará... Si e3 co3a clara...
— San al pie de seÍ3 mil duroi.
— jS jis mil duros!... Q aerida Sola, ¿por qué no me abres la ventana? Me falta aire que respirar.
Gil de la Cuadra quería meter toda la atmósfera en sus pulmone3.
Al día siguiente, Anatolio se atrevió á hablar á su prima de algo parecida á amores. Hasta entonces una violenta cortedad le ha-
