be. Nadie se vió libre de la inmundicia coa que rociaba á Io3 Ministros, á Io3 diputados moderados, á las autoridale3 todas. El G3bierno, no tenienlo ley pa*a sofocar aquella algarabía indecente, la sufría con paciencia; p3ro los polizontes, que no ent3niían de leyes, imaginaron hacer callar El Zitrrizjo de una 1 minera m ly peregrina. Se apoleraron de Mejía, su redactor y d3spuá3 de esconderlo durante dos días, le imtÍ3ron en un* alcantarilla. Era, segin ellos, el paraje donie debía estar. Pero Mijíasal¡S, y después de limpiarse, enarbolaba de nu3VO su asquerosa band3ra con el lema:
No entendemos de razones, moderación y embelecos: á tocio el que se deslice, zurriagazo y tente, perro
E i e3te desconcierto, d^s hombres de acción y energía pugnaban por afirmar el principio d3 autoridad. Eraa el jefe político, Martínez de San Martín, llámalo por el populacho Tintín de Ntvarra, y el Ghneral Morillo, qu3 gano en América la corona condal de Cartag3na de Indias, militar denodado y buen caballero.
Tal era el cuadro que ofrecía 63ta Nación privilegiada en Junio de 1322.
Fijábase entonces la atención del país entero en la Guardia Ría!, porque ca3i todo3 los individuos d3 ella eran partidarios del Rrjm* to % profesando e3ta opinión con tanto desparpajo y franqueza, que á cada momento la mv
