d¿J, cierta generosidad aun coa los enemigos; buena fe y lealtad, adeuiis de otras cualidades, completaban su persona en lo físico y en lo moral.
Era, además, hombre qua gastaba de hablar en las esquinas y en los cafés misteriosamente, cuando topaba con sus amigos; de dar noticias á medias para confundir á las gentes; de no reconocerse nun^a ignorante de ningn i suceso; de dar á entender siempre que iba á pasar algo funesto, sólo sabido par él y par Tintín; gmtaba también de afectar el conocimiento de todas las tramas de los pillos, y siempre estaba de prisa, siempre comía á escape, siempre le apretaban las ocupaciones, siempre le estaban aguardando, siempre iba á casa del jefe político, al Ayuntamiento, ó á otra cualquier parte donde debía de ser imprescindible su presencia. Ni más ni menos era D. Primitivo Cordero.
XI
—Trabajo es andar tras los conspiradores
— le dijo el tenientillo.—Ahí tiene usted, amigo Cordero, una cosa para la que yo no sirvo.
— Yo tampoco, ni es de mi agrado—añadió el capitán;—pero San Martín se empeña en que lo haga, y no puedo desairarle. Es preciso que todos trabajemos por el Sistema. ¡Y el Sistema peligra, señores!
— ¡Vaya que si peligra!—dijo el jovenzuelo á