quien llamaban el Marquesito, por ser hijo de un Marqués.—-El Sultán conspira ayudado por el Tarnerlán de Francia, y dicen que Bayona es una fragua de conspiradores.
— Me han dicho—manifestó un tercero que no era más que sargento,—que allá corre el oro que es un gusto. Mataflorida, Eguía y Morejón son los agentes que manejan las partidas realistas del Norte. Esto se va poniendo muy malcarado.
— Ya, ya se tomarán medidas, señores—dijo Cordero con aplomo.—Los siete carbuncos son buenos sastres. Si creen ustedes que ei Gobierno duerme, se equivocan. El Gobierno sabe todo lo que se trama.
— Pues yo—dijo el sargento,—no doy dos cuartos por lo que hagan los siete carbuncos (*), Todos sabemos que Madrid mismo está lleno de agentes que entran y salen. El Rey manda sus soplones al Norte, y el Norte envía sus correveidiles al Rey.
— Madrid lleno de agentes; ¡pero si ya io sé!... ¡Tanto romperle á uno la cabeza con los agentesl—exclamó Cordero.—¿Habrá alguien que lo sepa mejor que yo? Si les conozco á todos como á los dedos de mi mano.
— ¿Pues por qué no les prenden?
.—Ya caerán. No se irá la fiesta por el repulgo.
— ¿Y quién duda que los zurriaguistas y toda esa canalla exagerada, lo mismo que esos que han formado la tertulia de los virtuosos
(*) Los Ministros.