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una sensacion indefinible que bien puede traslucirse en una inquietud vaga. Encina la sentia mas que nadie, y seguia ávido el proceso, buscando rabioso la constatacion brutal de la verdad, ahí, delante de los ojos, irrefutable.... La mayor parte de los asistentes se cansaron bien pronto, y, á las dos ó tres sesiones, quedamos solos con Encina. Fué entónces que tuvimos las famosas sesiones de materializacion, que no me esplico aún, como no me esplico la mayor parte de las pruebas de Hermann.— Recuerdo que una noche llegó á casa M. Brédiff (así me parece que se llamaba el medium), y nos dijo que en esa sesion tendríamos cosas muy buenas, porque sentia el flúido correrle en los nervios como una descarga eléctrica.— En ese instante llamaron á la puerta de calle; se me hizo advertir que un señor aleman deseaba á todo trance hablarme.— Salí y me encontré con un caballero respetable á quien habia visto mas de una vez en la puerta de su villa de la calle de la Recoleta, pero á quien no conocia personalmente: me pidió disculpa de su presentacion incorrecta; pero se encontraba en su casa, delante del trípode, cuando se presentó su espíritu familiar y le ordenó trasladarse á la mia, donde le haria comunicaciones importantes. Contuve cuanto pude un gran afan de reir y lo invité á