La angustia espiritual que Nos oprime el ánimo por la tristísima situación de la Humanidad en las presentes circunstancias, no debilita la especial preocupación que en gran manera sentimos por los queridos hijos de la nación mejicana, yprincipalmente por vosotros, Venerables Hermanos, merecedores de Nuestros cuidados paternales, puesto que desde hace tanto tiempo sois víctimas de tan crueles persecuciones.
De ahí que desde que comenzó Nuestro Pontificado, siguiendo las huellas de Nuestro inmediato Predecesor, por todos los medios y con todo interés Nos hemos esforzado a fin de que los que llaman preceptos, "constitucionales" no se llevasen funestamente a la práctica; puesto que esos preceptos atacaban a los derechos primarios e inmutables de la Iglesia, no pudimos menos de condenarlos y reprobarlos repetidas veces, cuando la ocasión se presentaba. Precisamente por este motivo no quisimos dejase de haber un Legado Nuestro en vuestra República.