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Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

y habla a través de su Iglesia docente[1], pero también de la cabeza visible en la tierra, el Romano Pontífice, quien, por legítimo derecho de sucesión, se sienta en la Cátedra de Pedro; ya que esta serie de los sucesores de Pedro «es la misma piedra que no puede vencer las orgullosas puertas del infierno»[2], y ciertamente en el seno de la Iglesia «nos guarda, comenzando por el mismo apóstol Pedro, a quien el Señor , después de su resurrección, confió para alimentar a sus ovejas, la sucesión de sacerdotes hasta el presente episcopado»[3].

Por eso, cuando la herejía pelagiana comenzó a extenderse y sus seguidores intentaron, con engaño y astucia, confundir las mentes y almas de los fieles, los Padres del Concilio Milevitano[a] que, además de otros Concilios, se reunieron, por obra y casi bajo la guía de Agustín, ¿acaso no presentaron a Inocencio I las cuestiones que discutieron y los decretos que se hicieron para resolverlas para que él los aprobara? Y el Papa, en respuesta, elogió a esos Obispos por su celo por la religión y por su alma muy devota al Romano Pontífice, «sabiendo ellos - así les dijo - que de la fuente apostólica siempre emanan para los que las piden las respuestas para todas las regiones; sobre todo, cuando se trata de la regla de la fe, que no a otro arbitro deben acudir sino a Pedro, esto por causa de su nombre y honor, todos nuestros hermanos y colaboradores del episcopado, como ahora se ha restablecido vuestra Caridad, lo que puede aprovechar en común para todas las Iglesias de todo el mundo.»[4]. Así, tras ser llevada allí la sentencia del Romano Pontífice contra Pelagio y Celestio[b] Agustín en un discurso al pueblo pronunció estas memorables palabras: «Las sentencias de dos Concilios ya han sido enviadas a la Sede Apostólica por esta causa; las respuestas también se obtuvieron de él. La causa se acabó; Dios quiera que el error también termine de una vez»[5]. Palabras que, de forma un tanto resumida, se han convertido en proverbio: Roma ha hablado, causa concluida[c]. Y en otra parte, después de haber informado de la sentencia del Papa Zósimo que condenó y reprendió a los pelagianos, dondequiera que estuvieran, dijo así: «En estas palabras de la Sede Apostólica, la fe católica, tan antigua y tan segura, suena tan segura y clara que para al cristiano no es legítimo dudarlo»[6].

  1. san Agustín, Enarrationes in psalmis, 56, n. 1.
  2. San Agustín, Psalmus contra Partem Donati.
  3. San Agustín, Contra Epistolam Manichaei quam vocant Fundamenti, c. 4, n. 5.
  4. Innocentius Silvano, Valentino et ceteris qui in Milevitana synodo interfuerunt, epist. 182, n. 2 inter augustinianas
  5. San Agustín, Sermón 131, c. 10, n. 10.
  6. San Agustín, Epistolae 190, ad Optatum, c. 6, n. 23.
  1. Concilio celebrado en Milevo, en la provincia Romana de Numidia, hoy en Argelia.
  2. Caelestio (Roma, c. 375 – Costantinopla, 431), italiano, fue el principal seguidor de Pelagio.
  3. En latín: Roma locuta est, causa finita est’’