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L

El busca con teson en su camino
un dique á la parálisis que sube;
pero, dónde encontrarlo?―el sér divino
capaz de consolar, es densa nube
en que se arropa un corazon mezquino
para que el alma su dolor incube,
como en su nido el ave carnicera
incuba instintos y embriaguez de fiera!—

LI

«Hijo, es la fiebre de los quince äños!»
mi madre en esa edad me repetia,
al declararle yó mis desengaños,
fruto de imajinaria simpatia.—
La escala del amor, de mil peldaños,
hoy trepo con jovial bellaqueria,
y crúzome de piernas á la turca
dentro de mi piragua, que el mar surca.

LII

El que de niño amó borrar no puede
esa indeleble cicatriz, que marca
como un candente hierro, y que no cede
ni al tiempo—el más despótico monarca.
Mas él torció su corazon, adrede,
del curso que seguia en la comarca;
y en lucha de titan consigo mismo,
se levantó cien codos del abismo.