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LXII

La gloria es para aquéllos que una lanza
rompen en el estruendo de la liza,
vestidos con acero de esperanza,
punzantes de rencor y de ojeriza:
en la refriega mi pendon no avanza,
y cubro mi cabeza de ceniza;
tanto que más de un tuno reflecciona.
que con Eduardo soy una persona.

LXIII

Mas, quién es ella, la vision estraña,
la inspiracion del arpa estremecida?
Oh! quien es ella, que parece huraña
al sáfico gorjeo de la vida?—
que en el torrente del amor no baña
su frente, de ilusiones desvalida?—
ella, cuya razon, á su albedrio,
como un timon gobierna su navio?

LXIV

Ella! cuyo desden quizás ha echado
la última gota sobre el vaso lleno,
que trémulo, temblando ha desbordado,
cual fuera del corsé desborda el seno?..
No hay alma que jamás haya alcanzado
en este mundo de miseria y cieno
el amor que á su amor correspondia,
si la naturaleza es la armonia!