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LXXXVII

Son jóvenes sencillas; dulces, bellas;
graciosas como son las arjentinas;
que dejan, al pasar, sobre sus huellas
delirios de flotantes muselinas,
y mezclan sus enredos y querellas
á las desaforadas tremolinas
que matan el calor de sus hogares,
agríandolos con íntimos pesares.

LXXXVIII

Sin ir más léjos, esa noche misma
dos máscaras jentiles se tomaron
en dímes y dirétes, cual morisma
que no soporta pulgas; se bifearon,
é imbéciles rompíeranse la crisma,
si algunos, que la escena presenciaron,
no fueran á terciar en la pelea
que tuvo embarullada la platea.

LXXXIX

Por qué?—Por necedad de poca monta:
média palabra que pesada ha ïdo
á herir el corazon;—la lengua es pronta
y el jénio de mujer, inadvertido.
Una formó la presuncion más tonta
al ver hablar con otra á su querido;
y un acto primo de furor la arrastra
con la animosidad de una madrastra.