Hay murmullos, hay voces no aprendidas,
Cadencias de una voz que no es humana,
Hay auroras de amor, tiernas, sublimes
Brillando de tu vida en la mañana;
Hay frescos soplos
Dulces plegarias
Arrancadas al ay! de tus dolores
En la noche mortal de la desgracia.
Hay en tu canto á Buenos Aires, notas
De infinita cadencia y poesia,
Recuerdos de la patria idolatrada
Envueltos en el ¡ay! de la agonia;
En cada verso
En cada estrofa
Hay los reflejos de tu bien perdido
Fulgurando en el cielo de tu gloria.
Te seduce el miraje de la patria
Y á ella vuelves el alma entristecida,
Te inspiras en su cielo y en sus bosques
Y parece que bebes nueva vida.
Allí en tu choza
Tu pobre nido
Contemplas las acacias perfumadas,
Los jazmines, las gotas de rocio.