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Lanza un suspiro, en el baston se apoya
Y emprende su camino con vigor;
En tanto el sol trasmonta la cuchilla
Lanzando su postrero resplandor.
Sube el viajero la empinada cuesta
y al descender detiénese cansado,
y enjugando el sudor de su ancha frente
Dále aliento á su pecho fatigado.
Ya está cerca, murmura divisando
El techo del hogar idolatrado,
Sube la cuesta, el montecillo encuentra
Y se halla á un paso del recinto amado.
La puerta de la choza está entornada
Y una rústica jóven se vé allí,
El peregrino se detiene ansioso
Y dudando se dice; ¡No es aquí!
Luego da un paso, á detenerse vuelve,
Buscando en su redor con avidez;
Los ojos fija en el hogar desierto
y se torna aun mas pálida su tez.