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Eres sin duda un angel estraviado
En la espinosa senda de la vida,
¿Eres un querubín humanizado
Para templar nuestra mortal herida?
¿Quien te enseñó á cantar, quien esa nota
De interminable amor y poesia
Puso en las cuerdas de tu lira ignota.
Llena de fuego y dulce melodia?
¿Imitastes acaso de las aves
Las sentidas endechas de su trino,
Quisiste remedar sus Ilotas suaves
Encantando con ellas tu camino?
Sigue, sigue la senda del poeta
Pulsando tierna tu divina lira.
Que una alma cual la tuya siempre inquieta
Solo á lo grande, á lo sublime aspira.
En tanto yo doblegaré mi frente
Sin esa luz que el entusiasmo inflama
Y al evocar tu nombre dulcemente
Te dirá adios un corazon que te ama.
1875.
