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 ¿Quién que escuche del índico sinsonte
El melodioso, incomparable trino
En la espesura de encumbrado monte,
No siente de emocion arrebatada,
El sublime poder de la armonía?
Solo el que tenga un alma
Insensible al placer, lánguida y fria.
 ¿Quién al mirar del sol en occidente
La moribunda luz en su desmayo,
No se conmueve y siente
De tierna inspiracion vívido rayo?
 —¿Quién habrá que resista
Al amor sacrosanto de la gloria?
¿Quien podrá con mirada indiferente
Contemplar del artista
Ebrio de gozo la radiosa frente?
 Solo el que tenga un corazon de hielo,
Y una alma destituida
De entusiasmo feliz y de ilusion,
No siente de la gloria el noble anhelo,
Y sus puras y gratas impresiones:
Mas el que tenga un alma
Amante de lo bello y lo grandioso,
Entusiasta y sensible cual la mia,
Encontrará do quiera
Vida, hermosura, encantos y armonía.
 Al contemplar los nombres que la historia
En sus brillantes pajinas conserva,
Mi corazon palpita
Henchido de una célica esperanza,
Y en sus trasportes de entusiasmo ardiente,
Tomo el laud y canto,
Las Artes y la Gloria, reverente.
 Canto la gloria sí grande y sublime ,
Elevando del hombre el pensamiento
Con su divino acento
El abatido espíritu reanima;
Arranca al plectro cadenciosa rima,