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 El lánguido rumor de sus palmares,
Y de sus bosques la apacible sombra;
Del verde césped la mullida alfombra,
Y el ígneo fuego de su ardiente sol;
Es la lluvia de perlas que se advierte
En el ramaje de la selva umbría,
Cuando aparece luminoso el dia
Entre nubes de nácar y arrebol.

 Sus cedros y sus ceibas colosales,
Su cielo azul, sus nítidas estrellas,
Y de sus hijas púdicas y bellas
La interesante gracia y el candor;
Es la sonrisa de inocente niño
En el regazo de una madre tierna,
El grato acento de la voz materna,
Acento dulce que respira amor.

 La lumbre del crepúsculo que vaga
Entre las hojas del florido monte
Tiñendo de carmin el horizonte,
Y dando al mundo su postrer adios,
De la luna los pálidos destellos.
La calma y el silencio de natura,
Los ensueños de amor y de ventura
Que raudos llegan de la noche en pos.

 La mirada fugaz y pasajera
De enamorada vírgen pudorosa,
Palabra sin sonido y misteriosa
Que calma de un amante la inquietud,
Y mas bello que el sol en el Oriente,
Mas que el cielo de Cuba y sus colores,
Mas bello que sus palmas y sus flores,
El sagrado explendor de la virtud

 Si, que la luz de la virtud explende
De la existencia en el erial camino,
Y á su influjo dulcísimo y divino