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remedio para todo mal, como se va trás del alimento y del abrigo.

Así la Providencia mueve al hombre sirviendo sus designios.

La felicidad, que es satisfacción y abundancia cuando no es filosofía y paciencia, es siempre enervadora, refrectaria al trabajo.

La desgracia es activa y pujante mientras no haya logrado suprimir las energías morales.

En la pobreza se lucha, en la opulencia se vejeta.

Los pueblos ricos se corrompen por la molicie entregados á los placeres que se agotan en el vicio: son como las aguas que se estancan fermentando el limo del fondo.

Los pueblos pobres se engrandecen por el trabajo que es la virtud: tienen el movimiento de la aspiración á otro estado mejor: son aguas correntosas.

La vida es transformación constante, evolución perpétua.

Desesperar es caer en el delirio de la impotencia ó de la locura.

En la perseverancia, tranquila y sufrida, encuentra el hombre su caudal y los pueblos la paz y el progreso.

El orden de la libertad nace de la ley del trabajo.

El capital es producción. La riqueza el sobrante del intercambio comercial con la concurrencia del hombre y los pueblos á la felicidad común.

Pero el dinero no es la ambición satisfecha, la dicha suprema.

Su valor varía y no es de todos la suerte de adquirir y guardarlo.

La fortuna verdadera es el pedazo de suelo que sirve de base al hogar.

Allí se forma la familia y el hombre se robustece y perpetúa en el amor de los suyos.

La tierra y no el dinero dá el sustento de cada día: es nuestra madre.

Felices, pues, los que saben arar, y en su pátria ó fuera de ella, hayan encontrado arraigo en tierra fértil!

Así se levantaban los cimientos de los grandes imperios de la civilización que florece allí primero y luego brilla en la industria, las artes y las letras.