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El Reposo en Egipto
Et la fuite est permise à qui fuit son tyran.
Racine
AL Dr D. ANDRÉS F. LLOBET

Era una de esas noches de los trópicos, calladas y misteriosas, en que las estrellas brillan con más vivo resplendor, y en que el aire trae en sus alas, rumores vagos é inciertos.

El cielo tiene un color azul oscuro, y en el fondo se destacan como rico é inapreciable artesonado, millares de estrellas, que titilan, temblando con destellos irisados.

El desierto extiende su sábana inmensa de arena en cuyas movibles colinas, levanta apenas su débil tallo alguna que otra yerba raquítica y macilenta.

A lo lejos se adivina, como hilo tenue de plata, una cinta de agua, vida del cercano oásis ...

Al rededor de un fantástico monumento de granito, palpitan tres séres entregados á un profundo sueño, reparador de las fatigas del pasado día, lleno de zozobras é indecibles angustias.

En lo alto del pedestal de la majestuosa y negra Esfinge, descansa una mujer de delicadas y purísimas facciones, que tiene en su regazo á un tierno infante, de cuya rubia cabecita surge brillante aureola de luz y vida.

Más abajo un hombre vestido con el tosco sayal de los caminantes, envuelto en ancha capa, reposa en actitud de pena, como si