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gen del santo, pidiéndola que así como á las muchachas casaderas proporcionaba novio, que fué San Antonio casamentero y dado á meterse en lios amatorios, hiciese por ella el fácil milagro de empeñarse con Dios para que la concediese los goces de la maternidad.

Y san Antonio erre que erre en hacerse el sordo y el remolón.

II

Antonio tenía todas las supersticiones de su raza, aumentadas con las que el fanatismo de los conquistadores nos trajera.

Cuando un indio emprende viaje que lo obliga á pasar más de veinticuatro horas lejos de su hogar, forma á poca distancia de éste y en sitio apartado del tráfico, un montoncito de piedras. Si á su regreso las encuentra esparcidas, es para él artículo de fé la creencia en una infidelidad de su esposa.

Antonio tuvo que ir por una semana á Huancayo. Una noche tempestuosa presentóse en su casa un jóven español pidiendo hospitalidad. Era un soldado almagrista, que, derrotado en una escaramuza reciente, venía muerto de hambre y fatiga y con un raspetón de bala de arcabuz en el brazo. Demandaba solo albergue contra la lluvia y el frío de esa noche, y algo que restaurase un tanto sus abatidas fuerzas.

Mucho vaciló Magdalena para, en ausencia de su esposo, admitir en la casa á un desconocido. Si hubiera existido ese triturador de palabras y pensamientos que llamamos telégrafo, de fijo que le habría hecho parte consultando.

Al fin, el sentimiento de caridad cristiana se sobrepuso á sus escrúpulos. Además; ¿qué podría temer del extranjero, acompañada, como vivía, por otras tres mujeres y por cinco indios trabajadores de la mina?

El huésped fué atendido con solicitud, y Magdalena misma aplicó una hierba medicinal sobre la herida. Al practicar el vendaje levantó la jóven los ojos: un temblor convulsivo agitó su cuerpo y cayó sin sentido.

El soldado español era san Antonio, el santo que en su corazón luchaba con el amor á su marido. Los mismos ojos, la misma sonrisa, la misma cabellera.

Con el alba, el soldado abandonó la casa y siguió su peregrinación.

III

Pocas horas más tarde, Antonio llegaba á su hogar.

Había encontrado deshecho el montoncito de piedras.