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LA SONRISA DE AMOR


¿ A quién sonríe la marquesita?

Está sola en su gabinete-tocador, y, sin embargo, hay en sus labios esa divina luz que hace pensar á cada uno de sus pretendientes enloquecidos: «¡Se muere de amor por mí!» ¿Será, pues, el recuerdo de alguno de ellos, la evocación mental de una figura adorada, lo que pone esa sonrisa de amor en los labios de la lindísima marquesita? Pero de todas las imágenes que ella puede evocar con encanto, ¿cuál es la que flota ahora en su vago ensueño de reina mimada y coqueta? ¿Es la del conde, ó la del Nabab, ó la del príncipe heredero que ha puesto a sus piés la corona más gloriosa de Europa?

¿A quién sonrie la marquesita?

¿Sera que en el fondo del confuso paisaje que se desvanece al través del balcón entreabierto la marquesita ve erguirse la silueta gentil, del caballero Ilusión, que saluda á las lindas soñadoras con su casco de plata empenachado y florido? ¿O será más bien?...

¿Pero a quién, á quién sonrie la marquesita?

¡Ah! no es al conde, no es al Nabab, no es al príncipe heredero que ha puesto á sus piés la corona más gloriosa de Europa. No es tampoco al caballero Ilusión, que saluda á las lindas soñadoras con su casco de plata empenachado y florido. Lo que pone en los labios de la adorable marquesita aquella divina luz que hace pensar á cada uno de sus pretendientes enloquecido: «¡Se muere de amor por mí! la imagen visible á quien sonrie con sonrisa de amor la marquesita, que está sola en su gabinete-tocador, es una muy graciosa que se dibuja en el espejo que ella tiene enfrente ...

Julián Martel.