Página:Almanaque del espiritismo. 1873.pdf/34

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida

ente la inmensa sabiduria de Dios.—-Calificamos por consiguiente, de falta de fundamento, la suposicion de que Dios interviene directamente en nuestros actos. Tal gracia no fuera justa ni equitativa, ni digna por lo tanto de los elevados atributos que los verdaderos creyentes le reconocemos: y bajo este supuesto debemos eeplicarnos ciertos fenómenos moraleedloe que hemos llamado eorazonadas, presentimientos, metigoe mate- riales, pruebas tangibles, hechos providenciales, en fin, por la intervencion de elevados espiritus, que compotentemente autorizados, y formando un law de union intima con sae propias pruebas, y con aquellas a que se consideran sujetos los que aparecen intervenidos, abren anchas sendas al humano adelantamiento, por medio de una práctica enseñanza.

¿Cómo se concibe el libre albedrío en el espíritu encarnado, dentro de las limitaciones que dejamos consignadas, sin crear en la existencia de la fatalidad?... Muy facilmente. El perro, por ejemplo, por su organismo, por las cualidades de que está dotado, tiene facultad para ladrar, mas no para hablar: se siente, pues, imposibilitado de emitir la palabra articulada; pero dentro de sus facultades tiene libre albedrío, puesto que ladra cuando quiere. El leon no tiene capacidad para volar, y aunque quisiera remontarse por la region del aire en seguimiento de un águila, seria quimérico su empeño: y sin embargo. es libre dentro de sus facultades para perseguir o no en las selvas á todo cuadrúpedo que escite su rabia o su voracidad.-El hombre, á su vez, obra siempre en el circulo de lo que puede, y frecuentemente demuestra esta misma libertad de accion, poniendo en ejercicio su inteligencia, que suele responder con éxito a sus esfuerzos. Un lapones no puede trasportar a la zona en que habita los templados rayos que el sol derrama sobre al ecuador; mas para guarecerse de los rigores del frio tiene libertad de elegir sus precauciones. A un hombre que disponga de escasos medios de fortuna no le es dado gozar de las comodidades de que disfruta el potentado; pero se ingenia, y busca, y adquiere las que le son gratas dentro de su posibilidad. El chino, en fin, que gime bajo la bárbara ley del Knout, no puede por si solo destruirla; y no obstante, mientras formando fuerza colectiva no le sea permitido hacerlo: la elude, si quiere, trasportándose á otra nacion regida por un código mas benéfico.

Del mismo modo y con la propia sencillez, se esplica el libre albedrío en el hombre sin quebrantamiento alguno de las leyes universales. El morador del planeta Tierra, siente el peso de una ley física que ha denominado de gravedad; y sin embargo es libre de contrarrestarla hasta donde puede, valiéndose de un gas menos pesado que el aire atmosférico; y asi lo vemos remontar su vuelo á colosales alturas, suspendido por un globo. Una ley indispensable, necesaria para la vida, es la alimentacion: el hombre la reconoce así, supuesto que para cumplirla trabaja con afan constante; y a pesar de esto es libre para ocasionarse voluntariamente la inanicion. El principal deber á que el espiritu encarnado está sujeto, es el de vivir; y no obstante de considerarse esta como la primera ley de su ser, el hombre puede libremente eludirla por medio del suicidio.

Más limitado es en verdad el albedrío en aquellas criaturas que gimen bajo el duro peso de la esclavitud; terribles cadenas que gravítan sobre el espíritu humano como consecuencia del estado de atraso de algunas sociedades, y que pueden esplicarse, ya como una manera de ser de inteligencias inferiores, ya como rudisimns pruebas que sufren otros de órden superior. Y sin embargo, aun dentro del dominio, la libertad existe. El espiritu que sea bastante levantado para no resignarse con le esclavitud, que mira á su materia revolviéndose bajo la inmediata dependencia de quien le comprara a titulo do cosa cuando los actos de ella deben responder solo a las vibraciones de su voluntad, puede redimirse por el trabajo, por la predicacion, o por la fuerza; bien entendido que sucumba ó no en la demanda, siempre ejercitará su voluntad libre. Y no hablaremos de aquellos que parecen conformes con su situacion, porque el estado de idiotismo en que esta conformidad les coloca, les permite solo usar del libre albedrío dentro del estrecho circulo en que lo ejercita una bestia de carga.—Capitulo aparte consagraremos más adelanta á la esclavitud, y en él procuraremos desenvolver perfectamente las ideas que sobre tan cruel anacronismo profesa la filosofia espiritista.

Es, pues, conveniente dejar consignado de un