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SOCIEDAD BARCELONESA DE ESTUDIOS PSICOLÓGICOS.


EXISTENCIA DE DIOS.


Medium.-J. Surroca.

Querer el cuadrúpedo pisar el suelo cn la forma que lo hace el hombre, seria proteccion estúpida: querer la materia comprender la fuerza ó espíritu que le anima, dirige y gobierna, seria proteccion absurda: querer el espíritu conocer ciertamente la gran fuerza, la. causa primera, 6 Dios, es locura.

Porque asi como el cuadrúpedo en su propio estado carece de una condicion necesaria para obtener en deseo, otra forma: y la materia de una fiacultad que no tiene, la inteligencia; á nosotros, para dar cima tambien a nuestra pretensian nos falta, si no algun nuevo sentido, mando menos refinar, purificar, limpiar nuestra inteligencia y sentimiento de cuantos defectos el hombre conoce ya aquí en la tierra que habita.

No puede ser de otra manera, porque Dios existe. Negar su existencia no será mas que un efecto de ignorancia ú orgullo que a todos nos sobra una y otro.

Se ha dicho que con un buen telescopio se observan astros que vedados a nuestra propia vista están. Con la fé razonada, telescopio más puro que aquel, se divisar: ya loa primeros albores de la existencia del Gran Motor de Todo: de la existencia de Dios. Y aquel que sin dicho telescopio niego, a Dios, seguro es que no le concibe y ni le concebirá jamas, hasta que, despreciando en orgullo, se acoja í aquel instrumento espiritual.

Hasta ahora, que se sepa, no existe una razon plausible para negar la existencia de Dios, puesto que para apoyar la negativa es menester una prueba convincente: ésta no existe; luego es muy prudente quedemos en la dada. Y ei dudamos, empezamos á entrar en la fe. Sea está tan razonada como se quiera, y nos será permitido entrever algo que nos conduzca al principio del conocimiento de la existencia de Dios.

Y esa fe sea tan solo la buena voluntad de querer pensar y sentir si existe aquel; nada más: no desbarremos queriendo penetrar la ciencia de de su Sér, el modo y condiciones en que existe, porque es seguro que el caos, la confusion serán el premio de nuestro atrevido desvarío.

Como á ejemplo de nuestro atrevimiento observemos; que el hombre en en poco progreso, aun no ha podido conocer, ni concebir siquiera, la calidad de la primitiva sustancia de la materia, y eso que la tenemos sujeta á nuestra vista.

Contentémonos, pues, por ahora, y nos es suficiente, con entender que una cosa no se crea á si misma: que todo efecto reconoce una causa mediata ó inmediatamente que le produce; y que segun sea este, material ó inteligente, debo, ineludiblemente, ser aquella análoga a su efecto; y que remontándonos con nuestra sencilla imaginacion por la ley de las causas y sus efectos, llegaremos, por último, a cierto extremo, donde una cause forzosamente nos detiene: sea esta, pues, la primera: sea Dios.

Otra gran ley existe y que llamamos de semejanza o de afinidad: apliquemos esa ley á nosotros mismos con relacion á Dios. Y la única afinidad que a Él nos una es la de ser nosotros efecto y Él causa. Observemos al propio tiempo que asi como la causa conoce siempre á su efecto, porque es dependiente de ella, porque le ha creado, no sucede generalmente lo propio con respecto al efecto. Muchísimas efectos desconocen sus propias causas. Ellos existen, y no tienen más conocimiento de sus causas que por la deduccion. Basta esta, pues, para no negar su causa.