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co sentido y este era el natural, el que la biología indicaba.

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¿Qué fue entonces lo femenino?

Con alguna simetría respecto de lo masculino lo femenino fue la parcela de lo neutro que había sido adjudicada a las mujeres, más lo que las mujeres de- sarrollaron como truco o instrumento pervivencia y adaptación, más lo que crearon como protesta consciente respecto de su situación. Cuando algu- nos sectores feministas hablan de “lo fe- nenino” tiendo a pensar que hay algo que ¡o unifica biográficamente: la viven- cia del sujeto femenino, pero no que se irate de una misma materia.

Las mujeres han sido lo que los va- rones quisieron que fuesen matizado por lo que los varones no quisieron ser y por lo que de astuto, hermoso o banal inventaron ellas mismas. Más reciente- mente las mujeres empezaron a ser también lo que empezaban a querer ser: en principio iguales a los hombres res- catando lo neutro usurpado por el va- rón, pero asimilando con ello elementos de la cultura de opresor y la cultura de oprimido chorra.



Iv

Ser mujer venía apareciendo como un conjunto de torpezas que las gentes progresistas presumían culturales. Existir como mujer era estar sometida a una serie relativamente decreciente de prohibiciones. Paralelamente a ello significaba ser titular de virtudes sos- pechosas o sospechosamente ensalza- das por los sectores más reaccionarios. No es extraño que la lucha feminista co- menzase por reclamar pura y simple- mente igualdad, igualdad de trato e

34 igualdad de oportunidades. Menos odas

que ocultaban el conflicto entre urgen- cias y dilaciones igualmente patriarca- les. Menos excelsitud, menos comple- mentariedad y más equiparación.

Con el tiempo pudieron las mujeres, conforme accedían a lo epiceno —el mundo nombrado según el varón, aun- que parcialmente abierto a la mujer — descubrir que lo normal, el mundo exte- rior, lo neutro acotado por los varones como masculino, lo neutro conformado por la cultura masculina, era cues- tionable. Fue preciso que las mujeres fueran autorizadas a competir para que denunciasen la competición, Fue preci- so que las mujeres se emanciparan de tener que parir y de ser vistas sólo co- mo paridoras para que empezasen a reivindicar el parir como algo más que un defecto o una servidumbre a la espe- cie y como algo más valioso realmente que la sublimidad sublimatoria que pre- gonaba al respecto el discurso patriar- cal tradicional.

Aparece así el orgullo de ser mujer y no sólo la reivindicación de ser ciuda-

'dana. La afirmación de ser mucho más

que unas limitaciones - por - culpa - de - la - educación - recibida. La conciencia de no ser un vice-varón, un casi-hombre que, eso sí, no tenía la culpa de no serlo totalmente. Curioso realmente que al- guien se extrañe. El orgullo del oprimi- do anuncia su rebelión aunque no siempre la provoque. Las mujeres ha- bían podido tener reivindicaciones pero no orgullo. Los esclavos o los proleta- rios al menos habían podido sentirse —una tentación de consolación pero una propuesta de escapar al autodomi- nio— hombres, personas. Una identifi- cación como punto de partida y además el rechazo del otro como meta. Si bus- can una homologación con otros movi- mientos históricos es más allá del or- gullo de ser obrero, el descubrimiento inequívoco no sólo de que no se tiene la”

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