Página:Annus iam plenus.pdf/2

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
554
Acta Apostolicae Sedis - Comentario Oficial

En este sentido, no podemos dejar de elogiar públicamente la sociedad llamada «Save the Children Fund», porque no descuidó ningún cuidado y diligencia para recolectar dinero, ropa y alimentos.

No obstante la miseria y la falta de todo que provocó la guerra es tanta y variada que la ayuda que habíamos obtenido quizás no pudo llegar a todos los lugares donde se sintió la necesidad, y donde llegó, no fue igual a la necesidad. A esto se añade que durante el año pasado, cuando Nosotros, Venerables Hermanos, os dirigimos la encíclica sobre este mismo tema, la condición de la mayoría de los países no había mejorado mucho, por lo que el pueblo y especialmente los niños llevaban una vida cada vez más difícil debido a la escasez de todo. De hecho, en algún lugar la guerra se desencadenó nuevamente, con los enormes daños que necesariamente se producen y con todo tipo de calamidades; por otra parte, arruinado el orden de los asuntos públicos, y producidas indignas y grandes masacres, sucedió que innumerables familias han sido reducidas a la miseria, los cónyuges privados de los cónyuges, los hijos de los padres. Tampoco son raras las regiones en las que es tan difícil proporcionar provisiones y alimentos que la gente se siente afligida por la misma angustia que los oprimió en el momento de la dolorosa guerra.

Así, movido nuevamente por la conciencia de la paternidad universal que recáe sobre nosotros, repitiendo aquellas palabra del Divino Maestro «Tengo misericordia de la multitud ... porque no tiene nada para comer», al acercarnos a la Navidad del Señor nuevamente apelamos al pueblo cristiano, porque Nosotros daríamos cualquier cosa por aliviar a los niños enfermos y debilitados, en dondequiera que ellos se encuentren. Para lograr este objetivo en mayor medida, nos dirigimos a aquellos que tienen entrañas de bondad y misericordia, pero sobre todo a los niños de las regiones más ricas, como aquellos que pueden ayudar más fácilmente a sus hermanos pequeños en Cristo. ¿No es la Navidad de Jesucristo su propia fiesta? ¿Quizás no deberían saber que los niños abandonados de las regiones más pobres extienden sus manos hacia ellos, señalando la cuna donde gime el Divino Infante? ¿Tal vez ese Niño no es el hermano común de todos?