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comprende la triste verdad. Los ojos brillan, pero están inmóviles, fijos siempre; parecen mirar un objeto oculto para los demás; el enfermo seria comparable á una persona en éxtasis, á uno de esos elejidos que, segun la religion, perdían casi el conocimiento contemplando en el infinito la imágen del Creador.

Esta dolencia es la amaurósis; nosotros la conocemos con el nombre de gota serena.

Una tarde, al volver de su trabajo, la vista de don Miguel se oscureció de pronto. Vió la sombra, la sombra inmensa que lo rodeaba.

—Qué tienes, papá? preguntó Manuela al ver que se detenía en medio de la habitacion, buscando con las manos un objeto en que apoyarse, mareado por las tinieblas.

—No veo! exclamó él.

—No ves? gritó Eugenia incorporándose en el lecho.

El pobre hombre comprendió al instante lo terrible de su nueva situacion, pero no quiso darlo á entender.

—No te asustes, Eugenia, dijo. Esto no será na-