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rayos luminosos que lanzaba el quinqué, don Miguel dejó escapar una exclamacion, y como la vez primera buscó un objeto en que apoyarse.

—Apaga esa luz, Manuela, dijo sordamente. Nada veo. Apaga esa luz.

Las dos mujeres quedaron consternadas.

No podian esplicarse lo que estaba sucediendo.

La lámpara fué apagada, y las sombras invadieron de nuevo la habitacion.

—Es estraño lo que me pasa, murmuró don Miguel; ahora veo—¿no estás junto á la ventana, Manuela?

—Sí, papá.

—Es estraño, es estraño, repitió él, y volvió á permanecer silencioso.

Estaba atacado por esa especie de amaurósis que se llama nictalopia; no veia sino de noche, es decir cuando los rayos luminosos están muy debilitados.

Su desgracia era, pues, completa.

Despues de la frugal comida, Manuela se acercó á su padre besándolo en la frente.

—Deja que vaya en busca del médico, dijo. Así mañana podrás estar completamente bueno.

—Vé, respondió el anciano.