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— La casualidad ....

— Y el tacto; se necesita mucho espíritu para elejir los buenos autores cuando no hay una persona que nos guie.

— Es cierto; pero al decir «casualidad» no te mentía.

— ¿Por qué?

— Porque hace algunos años se deshizo de su biblioteca una persona que ha ocupado un hermoso lugar entre los hombres de talento de la República; concurri al remate de sus libros y adquirí lo que ves en mis estantes.

— Has tenido suerte. — Ya lo creo! Pero ¿me vas á presentar á tu poeta, como me lo has prometido?

— Si. Vamos á comer con él. Ya estarán esperándonos.

— Nos estarán? .... ¿Son varios?

— Si; he invitado á algunos amigos; pero toda es gente que entiende algo de literatura.

— Corriente.... me alegro!

Los jóvenes salieron.

Un cuarto de hora despues llegaban al hotel, donde los esperaban el poetastro aquel que ya hemos cono-