— Quieres luchar conmigo? Hénos aquí frente á frente, querido Acuña. Pero hasta ahora yo llevo las ventajas; nada podrás, nada!.... Vas á ver á Manuela; observaremos lo que haces.
— No me has dicho que la bordadora tiene novio? preguntó el petimetre.
— Sí, y tendrás que tratar de vencerlo. Yo no lo he podido conseguir.
— Ella le quiere?
— Mucho.
— Y él á ella?
— Con locura.
— Si lo hiciéramos alejarse de esta Capital...
— Imposible es que lo consigas.
— Por qué?
— Porque es rico.
— Ah! Un instante despues llegaban á casa de Manuela. D. Miguel estaba sentado junto á su hija que bordaba una relojera. Su dolor habia tenido una trégua; la esperanza de reunirse en un dia no lejano con su adorada esposa habia hecho que sus padecimientos se aminoraran. Además tenia á la jóven, en cuya voz parecía hallar el éco fiel del acento de