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— nuevo pesar .... Tarde ó temprano tendrias que saberlo ....

— Habla, habla.

Manuela permaneció un instante silenciosa.

D. Miguel la tenia abrazada estrechamente.

— Cuéntame pronto lo que te ha pasado. No me tengas en esta ansiedad!

— Ya no tengo trabajo!

— Cómo!

— Sí; se me ha pagado lo poco que se me debia, y luego se me han dado las gracias, diciendo que no se necesitaba mas de mi!

— Oh! exclamó D. Miguel, viendo el abismo.

La joven comprendió que habia hecho mal al decirle lo que le pasaba.

La debilidad que se habia apoderado de ella por un momento, desapareció, quedando la jóven enérjica, la mujer de alma bien templada.

— No te asustes, papá, dijo con acento enteramente tranquilo. Ya encontraré donde trabajar. En Buenos Aires nadie se muere de hambre!

En la manera de decir esas palabras estaba retratado el carácter de la jóven. Estaba convencida de que, mientras tuviera ánimos, ni su padre ni ella