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horroroso donde se mezclaban, chocándose unos con otros, los pensamientos mas terribles; agudos y penetrantes á veces, como la hoja del estileto, pesados, formidables, contundentes, otras, como la maza del soldado, que destroza un cráneo á cada golpe...

Dolores contemplaba desolada la ruina de esa familia, amada por ella ya como la suya propia. Veia la poderosa voluntad de la niña, que no se amenguaba por mas golpes que recibiera. Comprendia á aquel anciano, de cuyo pecho no se escapaba un ¡ay!, por mas que estuviese completamente destrozado. Admiraba á los dos, viendo en don Miguel al hombre que sufre sin doblegarse ante el pesar, y en Manuela al ángel cuyas fuerzas nunca desfallecen, porque están sostenidas por la mano omnipotente del Creador.

Era una mujer del pueblo, si; pero las que son como ella era, comprenden mejor todas esas luchas que pasan desapercibidas, que otras cuyo corazon se ha endurecido en los salones, al contacto de una sociedad frívola, que solo encuentra la poesia en los versos de los poetas y no en los sufrimientos continuos de los pobres, en las plegarias que dirijen al cielo, en los esfuerzos que hacen para no