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pero un instante despues tuvo que volver á la realidad.

Su ropa empapada y pegada á su cuerpo, iba helándolo poco á poco. Su cabeza ardía. La fiebre habia aumentado.

Se desnudó casi sin darse cuenta de ello y se acostó.

Los sollozos que pugnaban por salir de su garganta, sin poder conseguirlo, estaban ahogándole. Sufría mucho . . .

Por fin el cansancio moral y material en que estaba, le vencieron por completo. Sus párpados se cerraban.

En vano quería apartar de si el sueño para entregarse á sus pensamientos disparatados, producto de la fiebre.

Por fin se vió vencido, y este se apoderó de él; pero, aun dormido, continuó sufriendo.

Volvió á ver á Manuela junto al lecho de su madre, tejiendo y velando el reposo de esa prenda adorada, pues aquella escena de amor filial y de paz doméstica, no se apartaba nunca de su imajinacion. Parecióle en seguida verse él mismo, que penetraba en la estancia con paso sigiloso, para