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— Su ropa estaba empapada.

— Sí; tuve que salir por un negocio ....

— A esas horas! ....

Ernesto calló. No sabia mentir y temia hacerlo mal.

— Hace tiempo que queria hablar con Vd., continuó Dolores.

— De qué queria Vd. hablarme? preguntó el jóven. aciendo que se sentara cerca de él.

— De muchas cosas.

— Pues comienze Vd. La escucho atento.

— Usted sufre, no es verdad? dij o ella despues de na breve pausa.

El jóven hizo un movimiento de sorpresa. No pensaba que la conversacion tomaria ese giro.

— Usted bien lo sabe, murmuró.

— Sí, lo sé perfectamente, porque lo estoy vieno á cada instante. Pero Vd. tiene mucha parte en a causa de sus dolores ¿no es verdad?

El jóven fijó en ella sus ojos, pero no contestó; arecia preguntarla qué derecho tenia para acusar. La pobre mujer lo comprendió así.

— Oh! dijo, yo sé porqué se lo pregunto. No es mera curiosidad lo que me impele. Desde que le