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El mas profundo silencio reinó en la habitacion, durante un minuto.

— Siga Vd., dijo Ernesto, completamente tranquilo.

— Ha llegado á su conocimiento un suelto referente á su persona, publicado en uno de los diarios de esta Capital?

— Sí, lo conozco.

— Yo he sido quien lo ha publicado.

— Vd!.... exclamó el jóven, clavando en él sus ojos centelleantes.

— Sí, pero permita Vd. que me explique. Una tarde se presentó Armando en la imprenta, y dándome el suelto de que nos ocupamos, me dijo estas palabras, que recuerdo perfectamente: «Estoy interesado en que esto se publique, y vengo á rogarte que lo hagas. Se trata de un muchacho que se ha echado á perder por completo, y que es conveniente correjir de algun modo. Al ver que se dice esto de él, se enmendará sin duda alguna. Por otra parte, debo añadir que todo lo que aquí se dice es verdad. No encontré impedimento para hacer lo que me pedia», y en el número siguiente apareció esa calumnia, pues tal creo